LA TERCERA

MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ,

GENERAL DE DIVISIÓN ÓSCAR R. BENAVIDES LARREA,

ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 30 DE ABRIL DE 1933

Señor Presidente de la Asamblea Constituyente:

Señores:

Mis primeras palabras permitidme que sean para execrar el horroroso crimen que se ha perpetrado hoy en la persona del que fue Presidente de la República, el general Luis Sánchez Cerro. Pierde el país un hombre pleno de patriotismo, un hombre honrado y un hombre que tuvo siempre muy buenas intenciones.

Agradezco profundamente el honor no aspirado por mí que me ha conferido la Constituyente en forma tan bondadosa y la forma igualmente bondadosa con que el señor Presidente de la Asamblea ha querido interpretar los votos de todos ustedes, señores Representantes.

El deber como mandatario lo cumpliré, señores, teniendo siempre como norma mis sentimientos patrióticos y deseando, antes que todo, estar en paz como mi propia conciencia. No pertenezco a partido político alguno, ni a agrupación de esa misma índole. Voy a la Presidencia de la República sin odios; mis esfuerzos se encaminarán hacia la unión, hacia la armonía de toda la familia peruana que realmente tenga sentimientos patrióticos.

Hacer la unión, realizar la armonía es necesario, señores, hoy más que nunca, frente a un conflicto internacional. Sólo la unidad de sentimientos, sólo la patriótica decisión y el mismo honrado pensamiento podrán hacer que esta patria salga de su grave situación honrosamente, dignamente, airosamente.

El honor que me confiere está en relación con la inmensa responsabilidad que al mismo tiempo asumo. ¡Quiera la Providencia haberos iluminado, señores, en vuestra designación y quiera Dios guiar mis pasos en favor y en provecho de la patria.

FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

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UNIVERSIDAD DEL PAIS VASCO

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miércoles, 6 de julio de 2011

LA TERCERA

DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA JUNTA DE GOBIERNO,
COMANDANTE LUIS MIGUEL SÁNCHEZ CERRO,
EN LIMA, EL 27 DE AGOSTO DE 19301

Conciudadanos:
Once años de opresión ha vivido el país, sufriendo ultrajes y humillaciones que sus autores creyeron quedarían impunes. Pero el Perú tenía que recobrar su libertad a costa de cualquier sacrificio. Y esa libertad ha sido ya conquistada.
Vive el Perú un momento histórico trascendental con la caída de la tiranía que encarnaba ese monstruo llamado Augusto Leguía.
No puedo explicarme como ha podido durar once años este régimen de oprobios, habiendo en el Perú, tantos pechos valerosos, tantos corazones puros, tantos cerebros luminosos y sabiendo que la libertad se consigue en cualquier forma y por cualquier medio.
Nosotros hemos hecho lo que se debió hacer antes. El Ejército del Perú estaba decidido a devolver al país su dignidad cívica. Sabíamos que el tirano tenía plomo para atacarnos; pero nosotros también teníamos plomo para responder.
Hemos derrumbado al régimen que ante nada se ha detenido. Que ha traficado hasta con el patriotismo. Leguía fue el hombre que vendió en 1910 el riquísimo territorio del Acre, que en 1927 vendió esas tierras fecundas del Putumayo y que ahora último vendió esa tierra cuyo recuerdo no se aparta de nuestro corazón.
Bajo mi presidencia, una Junta de Gobierno iniciará la ardua obra de la reconstrucción nacional. Hemos vencido la primera etapa. Nos toca afrontar, ahora, la segunda, que es la más delicada, la de mayores responsabilidades; porque sólo responsabilidades nos ha dejado el régimen que acabamos de derrocar. Pero habrá sanción. Se castigará severamente, como lo merecen, todos los secuaces, todos los esbirros, todos los cómplices. Y tendrán que devolver al fisco todo lo que le han arrebatado.
El Ejército del sur, esa institución nobilísima de Arequipa, Puno y Cuzco, que se puso a mis órdenes para afrontar su vida en defensa de la libertad, os envía un saludo fraternal. Ese Ejército, que se sintió poseído de la misión histórica que debía cumplir, no necesitó sino recordar la arenga de Nelson en Trafalgar:
“La patria espera que cada cual cumpla con su deber”.
Ahora, os pido que me concedáis reposo; reposo para recoger mi espíritu y meditar y reflexionar en la gran obra que hemos de afrontar, recogiendo el sentimiento nacional y acatando el mandato imperativo de la patria.

1 Integraron la Junta de Gobierno: el teniente coronel Luis Miguel Sánchez Cerro, Presidente; coronel Ricardo Llona, Ministro de Hacienda; coronel Ernesto Montagne, Ministro de Relaciones Exteriores; teniente coronel Armando Sologuren, Ministro de Justicia, Instrucción, Culto y Beneficencia; mayor Gustavo A. Jiménez, Ministro de Gobierno y Policía; comandante Carlos Rotalde, Ministro de Marina y de Aviación; coronel Eulogio Castillo, Ministro de Fomento e Industrias.


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