LA TERCERA

MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ,

GENERAL DE DIVISIÓN ÓSCAR R. BENAVIDES LARREA,

ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 30 DE ABRIL DE 1933

Señor Presidente de la Asamblea Constituyente:

Señores:

Mis primeras palabras permitidme que sean para execrar el horroroso crimen que se ha perpetrado hoy en la persona del que fue Presidente de la República, el general Luis Sánchez Cerro. Pierde el país un hombre pleno de patriotismo, un hombre honrado y un hombre que tuvo siempre muy buenas intenciones.

Agradezco profundamente el honor no aspirado por mí que me ha conferido la Constituyente en forma tan bondadosa y la forma igualmente bondadosa con que el señor Presidente de la Asamblea ha querido interpretar los votos de todos ustedes, señores Representantes.

El deber como mandatario lo cumpliré, señores, teniendo siempre como norma mis sentimientos patrióticos y deseando, antes que todo, estar en paz como mi propia conciencia. No pertenezco a partido político alguno, ni a agrupación de esa misma índole. Voy a la Presidencia de la República sin odios; mis esfuerzos se encaminarán hacia la unión, hacia la armonía de toda la familia peruana que realmente tenga sentimientos patrióticos.

Hacer la unión, realizar la armonía es necesario, señores, hoy más que nunca, frente a un conflicto internacional. Sólo la unidad de sentimientos, sólo la patriótica decisión y el mismo honrado pensamiento podrán hacer que esta patria salga de su grave situación honrosamente, dignamente, airosamente.

El honor que me confiere está en relación con la inmensa responsabilidad que al mismo tiempo asumo. ¡Quiera la Providencia haberos iluminado, señores, en vuestra designación y quiera Dios guiar mis pasos en favor y en provecho de la patria.

FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

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UNIVERSIDAD DEL PAIS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAIS VASCO

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miércoles, 19 de octubre de 2011

LA TERCERA

MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ,
GENERAL DE DIVISIÓN ÓSCAR R. BENAVIDES LARREA,
ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 30 DE ABRIL DE 1933

Señor Presidente de la Asamblea Constituyente:

Señores:
Mis primeras palabras permitidme que sean para execrar el horroroso crimen que se ha perpetrado hoy en la persona del que fue Presidente de la  República, el general Luis Sánchez Cerro. Pierde el país un hombre pleno de  patriotismo, un hombre honrado y un hombre que tuvo siempre muy buenas  intenciones.
Agradezco profundamente el honor no aspirado por mí que me ha conferido la Constituyente en forma tan bondadosa y la forma igualmente bondadosa con que el señor Presidente de la Asamblea ha querido interpretar los votos de todos ustedes, señores Representantes.
El deber como mandatario lo cumpliré, señores, teniendo siempre como norma mis sentimientos patrióticos y deseando, antes que todo, estar en paz como mi propia conciencia. No pertenezco a partido político alguno, ni a agrupación de esa misma índole. Voy a la Presidencia de la República sin odios; mis esfuerzos se encaminarán hacia la unión, hacia la armonía de toda la familia peruana que realmente tenga sentimientos patrióticos.
Hacer la unión, realizar la armonía es necesario, señores, hoy más que nunca,  frente a un conflicto internacional. Sólo la unidad de sentimientos, sólo la  patriótica decisión y el mismo honrado pensamiento podrán hacer que esta  patria salga de su grave situación honrosamente, dignamente, airosamente.

El honor que me confiere está en relación con la inmensa responsabilidad que al mismo tiempo asumo. ¡Quiera la Providencia haberos iluminado, señores, en vuestra designación y quiera Dios guiar mis pasos en favor y en provecho de la patria.

martes, 18 de octubre de 2011

LA TERCERA

SESIÓN EXTRAORDINARIA DEL 30 DE ABRIL DE 1933
PRESIDIDA POR EL DOCTOR CLEMENTE J. REVILLA

SUMARIO:

OFICIOS : Tres del Consejo de Ministros

MOCIÓN : De los señores Alva, Calmel del Solar y otros.

ORDEN DEL DÍA

Se aprobó la propuesta del Consejo de Ministros para declarar en estado de sitio la República.
Igualmente, se aprobó la moción por la cual se condena el atentado cometido en la persona del señor Presidente de la República; se declara duelo nacional los días 1, 2 y 3 de mayo, y se declara que el general de brigada, don Luis M. Sánchez Cerro, ha merecido bien de la patria y comprometido la gratitud nacional.
Se eligió Presidente Constitucional de la República, para terminar el periodo inaugurado el año 1931, al señor general de división, don Óscar R. Benavides.
Se designó la Comisión de Anuncio.

Se levantó la sesión.

jueves, 4 de agosto de 2011

LA TERCERA

COMUNICADO DE LA JUNTA PROVISORIA DE GOBIERNO,
PRESIDIDA POR EL DOCTOR RICARDO LEONCIO ELÍAS,
PRESIDENTE DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA,
2 DE MARZO DE 19311

1. A las nueve de la noche de ayer se reunieron en el Palacio de Gobierno el señor doctor Ricardo Leoncio Elías y el coronel don Manuel A. Ruiz Bravo,  designados por la asamblea para formar la Junta Provisoria de Gobierno.
2. Como primera medida se acordó llamar al capitán de navío, señor Alejandro Vinces, comandante general de la escuadra, que como se sabe es el tercer miembro de la Junta.
3. A las diez de la noche se iniciaron conversaciones telegráficas con la Junta  de Gobierno de Arequipa, presidida por el señor David Samanez Ocampo y  con la región del norte.
4. Estas conversaciones continuarán durante el día de hoy.
5. Se ha dictado disposiciones para el regreso de las unidades de la Marina y  Aviación y de las tropas que debían expedicionar al sur.
6. Asimismo, se ha dispuesto por telégrafo la ratificación, en sus respectivas  colocaciones, a las diversas autoridades políticas de la República.
7. Se ha levantado la censura existente para la prensa periódica y las comunicaciones telegráficas y cablegráficas.
8. Han sido puestos en libertad los jefes y oficiales del Ejército detenidos en los últimos días.


1 El Comercio, 2 de marzo de 1931.

miércoles, 6 de julio de 2011

LA TERCERA

TEXTO DE LA RENUNCIA DEL PRESIDENTE DE LA JUNTA DE
GOBIERNO, TENIENTE CORONEL LUIS MIGUEL SÁNCHEZ CERRO,
1 DE MARZO DE 19311

Señores representantes y encausadores de la opinión pública:
Por mi patria, que mil veces la he visto azotada por vendavales y otras tantas, he acudido presuroso y a pecho descubierto en su auxilio, siempre he sido y  soy capaz de los más nobles sacrificios y abnegaciones que en pro de ella  animan mi felizmente acrisolada conciencia ciudadana.
Por iniciar un efectiva era de honor, de honradez y de justicia, en estos  precisos momentos en que se manifiestan tangiblemente las fatales  consecuencias de un régimen nefasto de once años de amargura, no sólo  estoy dispuesto sino que busco con afán cuál es el emplazamiento de mayor  peligro que en mi esfera ciudadana debo ocupar.
Por levantar a mi patria hasta un nivel más alto que los nevados picachos de su  majestuosa cordillera andina –en estos supremos momentos en que el  nefelismo de su vida política, amenaza hundirla en el caos y en la anarquía–  quiero agotar el último átomo de esperanza que abrigo, para que la  reconstrucción nacional sea cierta, firme y eficiente.
Es así como hago entrega al país de la renuncia del altísimo puesto de honor  con que generosamente se dignó investirme –como Presidente de la Junta de  Gobierno– a raíz de mi patriótico pronunciamiento de veintidós de agosto en Arequipa, libertario de las más denigrantes opresiones que pesaban sobre la nación.
Formal e irrevocable renuncia, dentro de la cual va comprendida la de mis altamente dignos y esforzados inmediatos colaboradores, los señores ministros de Estado en sus carteras respectivas, a quienes agradezco de corazón, toda  la inmensa cantidad de servicios puros que hora tras hora se han apresurado  en aportar a mi gobierno.
Lima, a 1 de marzo de 1931.

Luis M. Sánchez Cerro
Presidente de la Junta de Gobierno


1El Comercio, 2 de marzo de 1931.

LA TERCERA

DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA JUNTA DE GOBIERNO,
COMANDANTE LUIS MIGUEL SÁNCHEZ CERRO,
EN LIMA, EL 27 DE AGOSTO DE 19301

Conciudadanos:
Once años de opresión ha vivido el país, sufriendo ultrajes y humillaciones que sus autores creyeron quedarían impunes. Pero el Perú tenía que recobrar su libertad a costa de cualquier sacrificio. Y esa libertad ha sido ya conquistada.
Vive el Perú un momento histórico trascendental con la caída de la tiranía que encarnaba ese monstruo llamado Augusto Leguía.
No puedo explicarme como ha podido durar once años este régimen de oprobios, habiendo en el Perú, tantos pechos valerosos, tantos corazones puros, tantos cerebros luminosos y sabiendo que la libertad se consigue en cualquier forma y por cualquier medio.
Nosotros hemos hecho lo que se debió hacer antes. El Ejército del Perú estaba decidido a devolver al país su dignidad cívica. Sabíamos que el tirano tenía plomo para atacarnos; pero nosotros también teníamos plomo para responder.
Hemos derrumbado al régimen que ante nada se ha detenido. Que ha traficado hasta con el patriotismo. Leguía fue el hombre que vendió en 1910 el riquísimo territorio del Acre, que en 1927 vendió esas tierras fecundas del Putumayo y que ahora último vendió esa tierra cuyo recuerdo no se aparta de nuestro corazón.
Bajo mi presidencia, una Junta de Gobierno iniciará la ardua obra de la reconstrucción nacional. Hemos vencido la primera etapa. Nos toca afrontar, ahora, la segunda, que es la más delicada, la de mayores responsabilidades; porque sólo responsabilidades nos ha dejado el régimen que acabamos de derrocar. Pero habrá sanción. Se castigará severamente, como lo merecen, todos los secuaces, todos los esbirros, todos los cómplices. Y tendrán que devolver al fisco todo lo que le han arrebatado.
El Ejército del sur, esa institución nobilísima de Arequipa, Puno y Cuzco, que se puso a mis órdenes para afrontar su vida en defensa de la libertad, os envía un saludo fraternal. Ese Ejército, que se sintió poseído de la misión histórica que debía cumplir, no necesitó sino recordar la arenga de Nelson en Trafalgar:
“La patria espera que cada cual cumpla con su deber”.
Ahora, os pido que me concedáis reposo; reposo para recoger mi espíritu y meditar y reflexionar en la gran obra que hemos de afrontar, recogiendo el sentimiento nacional y acatando el mandato imperativo de la patria.

1 Integraron la Junta de Gobierno: el teniente coronel Luis Miguel Sánchez Cerro, Presidente; coronel Ricardo Llona, Ministro de Hacienda; coronel Ernesto Montagne, Ministro de Relaciones Exteriores; teniente coronel Armando Sologuren, Ministro de Justicia, Instrucción, Culto y Beneficencia; mayor Gustavo A. Jiménez, Ministro de Gobierno y Policía; comandante Carlos Rotalde, Ministro de Marina y de Aviación; coronel Eulogio Castillo, Ministro de Fomento e Industrias.


domingo, 3 de julio de 2011

LA TERCERA

MANIFIESTO A LA NACIÓN DE LA JUNTA MILITAR DE GOBIERNO
PRESIDIDA POR EL GENERAL MANUEL M. PONCE,
25 DE AGOSTO DE 19301

Los mandatos imperiosos de la opinión pública para el restablecimiento de la normalidad en la administración nacional y para poner término a la crisis económica que aflige al país en forma que afecta toda sus energías y que es la consecuencia de la relajación política en que se ha desenvuelto el gobierno que acaba de terminar, el Ejército y la Marina nacionales han respondido patrióticamente al llamamiento que se les hizo para remediar la situación de inquietud y de incertidumbre reinante y han constituido la Junta Militar de Gobierno, que después de recibir la dimisión del Presidente Leguía, se ha encargado de la reorganización de la estructura política del país y del manejo de los asuntos públicos.
Al aceptar esa tarea tan trascendental como impostergable, la Junta considera que su misión es de carácter transitorio y esencialmente nacionalista, desligada de todo compromiso de círculo y de partido y orientada únicamente al servicio de los grandes intereses de la patria. Para llenar ese alto cometido, la Junta comenzó por exigir y obtener la renuncia de don Augusto B. Leguía de la Presidencia de la República, que ha ejercido durante once años en forma que ha comprometido los elementos vitales del Perú y se prepara a desarrollar su acción con la energía necesaria para reparar, en lo posible, los males hechos, prevenir los que pudiera derivarse de la acción disolvente del régimen que ha cesado y establecer para el porvenir una saludable advertencia que suprima el estímulo de la impunidad en el ánimo de los que no se sientan detenidos en el camino de sus concupiscencias por el freno del patriotismo y de la honradez.
La voluntad popular falseada inescrupulosamente en tres elecciones que llevaron al Congreso el mismo personal de la camarilla dominante, tendrá en la Junta Militar las más amplias garantías para la libertad y pureza del voto. El Perú será llamado en breve a elegir sus Representantes para una Asamblea Nacional que reforme la defectuosa Constitución de 1920 y asegure el estricto cumplimiento de la nueva Constitución que se dicte; suprimirá la conscripción vial como medio de corregir de inmediato los graves abusos que a su sombra se han cometido; cumplirá estrictamente los tratados internacionales que ligan al Perú con los países extranjeros; respetará las obligaciones económicas legalmente contraídas en el interior y en el exterior; atenderá preferentemente a la conservación del orden público, para lo que cuenta con los elementos y la voluntad enérgica que son necesarios; dará toda clase de garantías para el ejercicio de las industrias y del comercio permitidos por la moral y por las leyes; suprimirá los monopolios odiosos, como el de los fósforos y el de la provisión de carnes, indemnizando en justicia los derechos adquiridos que puedan resultar afectados; restablecerá la estricta prohibición del juego, que en la forma más corruptora hizo revivir el gobierno que ha terminado; asegurará de manera irrestricta la libertad de prensa; dejará libres a las grandes industrias del país que, como la azucarera, se han arruinado en parte por el efecto de una fiscalización despiadada; se opondrá a los monopolios que conduzcan al encarecimiento de la vida que tan dura se hace para el pueblo; mantendrá el régimen del oro que por más de 30 años ha contribuido a la riqueza nacional; defenderá como intangibles los depósitos metálicos que respaldan el valor del billete circulante; y, entre muchas otras medidas de orden interno y externo, como la de asegurar, sin excepciones, el castigo de los culpables de la situación actual, para lo que se encuentra detenido a bordo del “Almirante Grau” el ex presidente Leguía y la recuperación por el erario de las sumas defraudadas, tratará de que el espíritu público deprimido por la acción envilecedora de la presión política más inescrupulosa, recobre con su libertad y con su independencia, la tradicional altivez que siempre fue el orgullo del alma nacional peruana.
Con estos propósitos en cuya realización la Junta Militar compromete su honor de soldados y marinos defensores de la patria, la Junta está segura de interpretar el sentimiento nacional y contar con el apoyo popular, tan entusiasta y decidido desde el primer momento y satisfacer los altos anhelos de un pueblo por cuya mejor suerte la Junta ofrendará, si es necesario, su tranquilidad y su sangre.
Lima, 25 de agosto de 1930.

General Manuel M. Ponce, capitán de navío Julio Goycochea, coronel Eulogio Castillo, comandante Arturo Zapata, coronel Ricardo Llona, mayor Eduardo Castro Ríos, contralmirante César Bielich.

1 El Comercio, 26 de agosto de 1930


viernes, 1 de julio de 2011

LA TERCERA

MANIFIESTO A LA NACIÓN DEL JEFE SUPREMO,
TENIENTE CORONEL LUIS MIGUEL SÁNCHEZ CERRO,
AREQUIPA, 22 DE AGOSTO DE 19301

El pronunciamiento que acaba de efectuarse en Arequipa no es la obra de un  partido, ni la hazaña de un grupo, ni la audacia de un caudillo; es la expresión  genuina de un anhelo nacional, fervoroso y unánime, largo tiempo reprimido por la tiranía, pero convertido hoy al fin en realidad.
Hace más de once años que sufre el Perú los crecientes desmanes de un régimen corruptor y tiránico, en el que se aúnan la miseria moral y la protervia  política. Dentro y fuera del país deja las huellas de sus atropellos y de sus villanías.
En el orden constitucional, ha roto la Carta Política, erigiendo en ley suprema la voluntad despótica de un hombre y haciendo del Parlamento un hato de lacayos sumisos y voraces.
Desde el punto de vista administrativo, se esmera en desvincular las regiones con desatinadas medidas de exacerbante centralismo, en daño de la unidad de la República.
En el orden económico, ha destrozado nuestras finanzas y elevado nuestra deuda externa de 80 a 600 millones de soles, poniéndonos a merced de prestamistas extranjeros, hipotecando así nuestra independencia económica, con inminente peligro de la soberanía nacional.
En el orden tributario, agobia al pueblo con lesivos impuestos, desproporcionados e injustos, recargando los derechos arancelarios, aumentando considerablemente las contribuciones urbanas y rústicas, creando odiosos monopolios, todo inspirado, no por una patriótica previsión y sana finalidad, sino con el sarcástico objeto de disfrutar impúdicamente de las entradas en unión de sus adeptos.
En el aspecto institucional, ha desorganizado e inficionado en vez de organizar. Privó de su independencia al Poder Judicial, desacatando sus resoluciones y desprestigiándolo con la introducción de elementos políticos ineptos, sobornados o sobornables, socavándole, por tanto, su autoridad moral para amparar la libertad y hacer la justicia. Ha convertido los municipios en agencias gubernativas, usurpando al pueblo la libertad de elegirlos. Ha sometido la enseñanza superior a un régimen retrógrado y rastrero, cortando el vuelo al pensamiento en las universidades, hoy orientadas hacia un fingido practicismo, reservando a autoridades oficiales el control y la censura de las doctrinas, y la selección banderizada del magisterio superior, como en los tiempos oscuros del coloniaje.
En cuanto al orden individual, restringe los derechos ciudadanos, niega la libertad e intenta engañar a la opinión pública con oprobiosas manifestaciones de asalariados, pretendiendo encanallar al pueblo, procurándole el halago de la delación remunerada, sometiéndolo, monomaniáticamente, a un condenable tributo de munificentes regalos y elevando la adulación al rango de virtud nacional.
¿Acaso se permite hoy en el Perú la libre expresión del pensamiento? No. Los órganos de la prensa nacional se encuentran amordazados o envilecidos, porque el gobierno los ha convertido en voceros parcializados de sus actos y en defensores abyectos y venales de sus atentados...
Y en frente del Ejército –la nobilísima institución del país– ha organizado preconcebidamente una policía mimada y jactanciosa –salvo contadas excepciones–, instrumento de terror para el ciudadano, a quien coarta sus derechos. Transmutándola de su función privativa, pretende convertirla en fuerza sustitutoria del Ejército; es decir, del único eficaz guardián de la honra nacional y de la integridad territorial, dando razón para creer que los países que se hipotecan en alguna forma no son dignos de tener ejércitos nacionales, sino guardias pretorianas rentadas para defender a sus amos.
Como digno remate de esta serie de ignominias, acaba de ofrecer al extranjero, con nuestras petroleras, no solo una de las pocas y privilegiadas riquezas que aún nos queda, sino, lo que es peor, el ahondamiento del vasallaje económico que dista apenas un paso del vasallaje político.
No era posible tolerar por más tiempo la vergüenza de esta situación. Pero, la hora de la dignidad nacional y del duro ajuste de cuentas ha llegado por fin.
Vamos a moralizar primero y a normalizar después la vida institucional y económica del Estado; para ello, hacemos hoy un supremo llamamiento a todos los hombres honrados del Perú, para derrocar a la tiranía más cínica que registrará nuestra Historia, restaurar nuestros fundamentos constitucionales y hacernos dignos hijos de una nación libre.
Después que la moralización haya sido entronizada, si lo demandase la voluntad ciudadana nuestra Constitución sería revisada. Pero, siempre la cumpliremos y la haremos cumplir, como lo reclama su augusteza y su intangibilidad. Y convocaremos también a elecciones generales, dando para ello las más amplias garantías como no hay antecedentes en nuestra vida republicana.
Con criterio científico, se iniciará la depuración de la legislación nacional, enmarañada en los últimos tiempos por la inepcia de los legisladores, corifeos de un tirano espiritualmente enfermo.
Conservaremos la unidad nacional; pero es necesario dar a los pueblos, en la medida de lo posible, la autonomía económica indispensable para fomentar su progreso local con la legítima aplicación de sus recursos. En este orden de ideas habrá una equidad sin precedente.
Devolveremos al pueblo y a la prensa honesta sus libertades y sus prerrogativas, al Parlamento su majestad y el Poder Judicial su excelsitud.
Respetaremos todas las ideas, siempre que no afecten la moral social y el orden público.
Rendiremos y dignificaremos a nuestros hermanos indígenas. Esto constituirá el “alma mater” de nuestro programa nacionalista, sin que por ningún motivo ello se convierta en mera teoría de significación aleatoria.
Aseguraremos constantemente el bienestar y los derechos de las clases trabajadoras, dentro de las normas más equitativas y más justas.
Haremos de la honradez un verdadero culto nacional; por eso perseguiremos, sin dar tregua, hasta en sus últimos refugios, a la banda de rapaces que, enseñoreada hoy en la Administración Pública, ha amasado y amasa fortunas a costa del erario, obligándoles de grado o fuerza, a devolver los dineros usurpados y sancionando ejemplarmente sus delitos.
Acabaremos para siempre con los peculados, las concesiones exclusivistas, las malversaciones y las rapiñas encubiertas, porque la principal causa de nuestra actual crisis económica reside en la falta de pureza en la administración y de honradez en el manejo de los fondos fiscales. En lo futuro para ocupar puestos públicos será necesario que los ciudadanos declaren públicamente sus bienes; y proyectaremos leyes sobre la moralización de la renta privada, a fin de poder reprimir con mano férrea el robo en cualquiera de sus formas.
Hijos de un país económicamente modesto, como somos, no seguiremos hipotecando nuestras riquezas con el idiotesco afán de alardear falsos progresos. Con un sistema de honrada parsimonia en los gastos públicos, estimularemos las fuerzas vivas del país y fomentaremos sus innumerables posibilidades naturales e industriales, para cimentar nuestra autonomía económica, sacudiendo cuanto antes el yugo del acreedor extranjero. Y esto lo conseguiremos, porque vamos a la obra con sinceridad y con fe resueltos a imprimir honradez con caracteres de fuego.
Prometer construcciones de ferrocarriles para después vender a perpetuidad los pocos que teníamos; fantasear sobre la vialidad cuando los caminos existentes se deben únicamente al entusiasmo y buena voluntad de los pueblos y no al esfuerzo gubernativo que sólo ha sido cómplice en monstruosos peculados y favorecido intereses personales al amparo de la ley de conscripción vial, que representa en diez años el criminal despilfarro de cien millones de soles; ofrecer al país un soñado bienestar económico para que nuestras aduanas tengan después interventores extranjeros, sólo puede caber en programas de gobernantes cínicos y altamente traidores.
Jamás permitiremos que nuestros Institutos Armados sean juguetes de los políticos en el porvenir, ni que se les distraiga de la altísima misión que justifique su existencia. Por eso, la reorganización de ellos se impone, muy especialmente en el Ejército, al que la tiranía se ha deleitado en corromperlo con criminal sistema, en dividirlo, en herirlo en sus fibras más sensibles, en suprimir sus ideales, en reducirlo, en supeditarlo con una policía pretoriana, en deshacerlo a despecho de sus cuadros profesionales, espiritualmente sanos, abnegados, sufridos hasta una resignación insospechada.
El Ejército es nuestra más cara esperanza; a él entrega el pueblo sus hijos; él es la parte fuerte del país; atentar contra él es ofender a toda la nación.
Ciudadanos honrados del Perú:
No es este el centésimo anuncio de la regeneración nacional, como acostumbraron a hacerlo los caudillos que vitupera nuestra historia. Este movimiento significa la salvación de la nacionalidad; y, para conseguirlo, conjuramos ahora a todos los hombres del país que amen la libertad y la honradez.

Solo insinuamos ahora la enorme labor por realizar, instituyendo los firmes cimientos de la gran obra que otros patriotas deberán continuar. Y, con pureza de miras, el gobierno provisorio que hoy se inicia en el sur de la República se propone preparar el advenimiento del gobierno definitivo que, al amparo de la Constitución, nos haga ciudadanos de una patria grande y libre.